Tengo dos conejos, sus nombres son Tuquito y Dororo.
Ambos son conejos cabeza de León, de esos animales felpudos de sobra en la cabeza, los que les asemeja, si me hubiera drogado o tomado en demasía, a un león.
Dororo tiene ya cuatro años con nosotros, recién llegada lucia la característica melena de su raza, toda gris, con una refinada cabeza y unos saltones ojos que la asemejan a un pargo, poco a poco en lo que creció fue perdiendo mucho de su pelaje hasta quedarle unas profusas barbas en los cachetes y una coqueta mecha entre ambas orejas.
Tuquito es pequeño, apenas tiene cinco meses, felpudo con una prominente melena que con frecuencia le cubre los ojos, luce unos guantes blancos en las patas delanteras y una mota de igual color que le cubre la nariz.
Adquirimos Tuquito hace poco más de un mes ¿el propósito de la compra? embarazar a Dororo, ¿para qué queremos que embarace a Dororo? Es una historia larga, pero para tener consistencia en la historia se las relatare.
Dororo es virgen o al menos eso creemos, la coneja es temperamental y sumamente territorial lo que hace que no se lleve fácilmente con todos, incluyendo con sus dueños humanos.
Las conejas tienen una particularidad y es que, si no tienen al menos una camada, con el tiempo tienden a sufrir de mastitis, esto es una inflamación de las mamas que con frecuencia se convierte en tumores, estos son dolorosos y eventualmente terminan con la vida del animal, por esta razón tuvimos que tratarla hace un año por la friolera de trescientos dólares, esto no me hizo gracia ¿Cuáles son nuestras alternativas? Y ciertamente dejarla morir no cuenta como una opción, pues, seguir operándola o conseguirle un novio que la embarace y tenga su primera camada solucionando el problema de una vez por todas.
Nos prestaron por dos semanas un cabeza de león de color, castaño y muy bien portado, al traerlo a casa pudo experimentar la vida cunícola con otros de su especie, virgen como Maria nunca había conocido coneja por lo que con Dororo tuvo sus primeras intentonas de apareamiento, inexperto al inicio no daba pie con bola, no ceso en sus intentos que ve vieron frustrados ves tras ves, por la rabiosa apatía de la coneja a cualquier contacto físico.
En fin, pasaron las dos semanas y con mucho dolor tuvimos que retornarlo con sus dueños, ese conejo con su buen comportamiento se hizo amar de todos, menos de Dororo, quien impávida permaneció invicta de darse a conocer bíblicamente.
Es aquí donde entra al juego Tuquito.
Avanzan los días y Dororo no da muestras de estar embarazada, el embarazo cunícola dura en promedio dos meses, por lo que a las dos semanas debería empezar a dar muestras de algún estado de ingravidez, al no ocurrir esto, no nos quedó otra opción más que conseguirle a un macho de planta. Nos costó 30 dólares hacernos del animal, un gran ahorro ya que tratarla nuevamente supondría otro gasto de trescientas monedas de plata y pues, en esta economía, eso no es una opción.
Tuquito llego a casa, al primer contacto con Dororo, ella trató de morderlo, típico de ella, por lo que tuvimos que recluir al macho en la Recamara de mi hija Lucero, dejamos la puerta abierta pero una malla de dos pies de alto evitaba que el conejo saliese de la habitación, pero sobre todo lo protegía de los avances bélicos de Dororo.
Extrañamente durante el día ambos se la pasaban, viéndose, oliéndose y tratando de tener algún contacto entre ellos, pero este se veía truncado por la malla. Al tratar de reunirlos, Dororo retoma los ataques a mordiscos por lo que llegamos a la conclusión que era más saludable mantenerlos separados hasta que Tuquito creciera lo suficiente como para defenderse.
Pasaron dos semanas y retome los intentos de reunirlos, verán, no es inusual que dos conejos que no se conozcan sean ariscos entre ellos y para solventar estos o se les deja pelear, hasta que se acostumbren al otro del otro o se le somete a alguna situación que haga que se unan.
Llegó el día que decidí reunirlos, al Dororo verlo cerca procedió a atacar sin piedad, para sorpresa mía Tuquito no se dejó y entre maniobras para evitar los dientes de la hembra logró hacerse de respetar por lo que cesaron las hostilidades entre ellos.
Lo más interesante ocurrió en la noche, cuando mi hija vio al conejo treparse con bastante torpeza a la hembra.
A los conejos les toma un promedio de ocho meses alcanzar la madurez sexual, que es cuando al macho les bajan los testículos y está en capacidad de embarazar, al verlo faenando a tan corta edad es la razón que considero que el dinero fue bien gastado en su compra.